Hoy quiero exponer un secreto a voces en cuanto a los envejecientes, específicamente a esos que emigran de otros países con culturas muy diferentes a los Estados Unidos y que lo hacen ya entrados en edad.
La vida me ha puesto en un lugar donde el trabajar con adultos mayores me ha abierto un panorama de una película muy triste y es como estas personas de la tercera edad se sienten y viven ante estos cambios tan drásticos en sus vidas y costumbres al mudarse a un país totalmente nuevo, con idioma diferente y un sistema casi opuesto a lo que estaban acostumbrados.
A mi consulta llegan muchos de ellos, todos con el denominador común de la depresión, la soledad, desvalorización, sentimientos de inutilidad, ansiedad, falta de independencia, entre otras. Algunos lo expresan abiertamente a sus familiares, pero la mayoría no lo hace y prefieren guardarse sus emociones y sufrimientos para no provocar malestar en ellos o que vayan a creer que están siendo desagradecidos.
Déjenme ampliarles un poco el panorama, estos mayores vienen de culturas donde los hijos viven con los padres hasta adultos y muchas veces con la pareja del hijo y nietos en la misma casa, se visitan con más frecuencia si viven a parte y normalmente viven cerca, si los hijos no están cerca pues están otros familiares, amigos y vecinos que se hacen compañía, conversan, se ayudan mutuamente. Mucho o poco tienen sus tareas y responsabilidades diarias ya sea cuidando los nietos, limpiando la casa, cocinando, regando las plantas, atendiendo al perro, buscando algo al mercado, visitando algún enfermo y así; y los más activos hasta sus negocitos tienen para ganarse un dinerito, es decir en pocas palabras tienen un propósito de vida, algo o alguien por que levantarse cada día y eso les da un sentido de utilidad ante la vida, la familia y la sociedad.
También es cierto que muchos de ellos a veces viven en condiciones precarias, pero aun así ya han aprendido a sobrellevar la situación y a buscarle la vuelta como ellos mismos dicen. Ya están acostumbrados a su estilo y condición de vida. Entonces sucede que algún familiar, normalmente los hijos que ya están ubicados aquí en los Estados Unidos y como es de esperar extrañan a sus padres los traen aquí para tenerlos cerca y claro mejorar considerablemente su condición de vida, para mencionar algunas, aquí ya pueden comer una amplia gama de alimentos que antes talvez no, tienen luz eléctrica el día completo, televisor propio y con una amplia gama de canales para ver, agua caliente, aire acondicionado tiempo completo, muebles y camas cómodas, mucha ropa y zapatos que talvez antes no tenia, hijos y nietos cerca, seguro de salud, entre otras. Y que bueno, se que esos hijos hacen y ofrecen todo eso con las mejores intenciones, claro que lo sé; el asunto es que no es suficiente.
Me explico, estos adultos mayores que ya tienen toda una vida en un lugar, talvez no el mas adecuado y abundante pero conocen a ciencia cabal su entorno y han aprendido a sobrevivir ahí sin mucho esfuerzo, pasan de algo conocido y arraigado a un ambiente y sistema totalmente nuevo y esto provoca el primer choque mental y emocional, luego llegan a un sistema que guste o no promueve la independencia, la calidad de vida a través del ganar dinero y por ende salir a trabajar para sustentar ese estilo de vida hace que sean menos horas para compartir con la familia y luego cuando llegan esas horas de descanso haya que sortearlas entre la esposa/esposo, hijos, supermercado y otras diligencias dejando para ultimo a esos padres deseosos de atención de calidad y afecto.
Padres que se sienten muy agradecidos de que gracias a esos hijos tienen una mejor calidad de vida pero que la realidad es que se la pasan el día completo en 4 hermosas y frescas paredes con abundante comida, haciéndose compañía con la televisión, lo cual genera otro choque a su realidad y para culminar esos hijos llegan cansados (y no es para menos) y lo que quieren es sentarse un rato a ver televisión y descansar para irse a dormir y que al día siguiente se repita la misma rutina nuevamente.
Estos envejecientes se sientes desorientados, solos, dependientes pues no saben el idioma y como funcionan las cosas o la tecnología, quisieran hacer cosas para ayudar, pero no saben cómo o los hijos los desalientan para evitar situaciones de salud, provocando baja autoestima, sentimientos de inutilidad, desvalorización, represión de sus emociones entre otras. Todo esto va germinando y termina en depresión y/o ansiedad.
El llamado a los hijos y familiares es que los envejecientes a parte de esas comodidades físicas y materiales también necesitan otras mentales y emocionales, necesitan hablar, tener conversaciones interesantes donde vean el interés real por saber cómo esta, que opina y piensa de diferentes situaciones, no hacerlos sentir menos por su edad o porque no conocen como funciona este país, ayudarlos a expresar sus sentimientos pues temen pasar por mal agradecidos e inconformes si expresan su tristeza y malestar, su soledad. De lo posible y según su condición darle algún propósito, tareas en la casa o fuera, que se sienta útil, ayudarlos paso a paso y con mucha paciencia a que vayan enfrentando el miedo a lo desconocido y así ayudarlos en que se vuelvan más independientes; motivarlos a que creen una red de amistades, a que socialicen ya sea con vecinos, en la iglesia, grupos de apoyo, etc. A decirles y expresar abiertamente afectos para ellos (aunque digan que no les gusta), abrazarlos, mimarlos, decirles lo importantes que son para la familia, como aportan con su sola presencia, enumerarle sus virtudes y así ayudar a elevarles su estamina emocional.
Me enfoco en esos envejecientes que vienen de otros países, pero también sé que la situación se extiende con los envejecientes nacidos y criados en este país.
T odos tenemos el poder de hacer mejor los días de nuestros padres, vecinos y amigos envejecientes y convertirnos en sus héroes. No hace falta mucho créeme, desde preguntarle por cosas lindas de su pasado, ponerle su música favorita, bailar un poco, jugar su juego favorito, sentarte a ver un rato su novela favorita, leerle algún fragmento de algún libro de su gusto, llevarlo a un lugar que le guste, irse a comer algo rico juntos, armar un rompecabezas juntos, entre muchas otras y claro hacerlo desde el amor y la atención plena.