La tristeza siempre ha tenido mala fama, te han programado para evitarla, esconderla, negarla, minimizarla, cuando realmente detrás de ella se ocultan grandes tesoros de autoconocimiento y crecimiento.
Cuando la sientes inmediatamente tratas de poner tu mente y corazón en otra cosa, ignorándola cual extraña y rara persona, prefieres ni mirar para allá para que así deje de molestarte con sus miradas insistentes y quizás con no ponerle atención se vaya y te deje en “paz”; pero esa paz no llega, pues es justamente esa extraña e incómoda sensación una mensajera de que hay algo que no anda enteramente bien contigo o alguna situación en tu vida y ella cual fiel emisaria viene a ponerte alerta sobre el tema.
Esta emoción tan mal vista es tan necesaria como cualquier otra emoción que tienes como ente humano que eres, está ahí por algo y tiene funciones muy específicas, te hace bajar la velocidad de tu vida, reevaluar tu camino actual, volver a ti, priorizar, cuestionar-te y volver a conectarte con alguna que otra herida vieja aun no sanada; a fin de cuentas, ella, la tristeza, no es tu enemiga, es tu aliada.
Cuando la tristeza llegue y toque tu puerta no te escondas o salgas despavorida, no pongas cara de “cuando te vas” como si fuera una visita desagradable e inesperada más bien búscale una silla, una no muy cómoda por cierto y siéntate a charlar con ella un rato a ver que mensaje vino a traerte, escúchala atentamente y veras que te dirá hacia donde tienes que mirar y accionar, será que extrañas a alguien, que aun te duele algo que sucedió en el pasado, estas frustrada e impotente por querer cambiar situaciones y personas que no puedes, estas feliz con tu vida, o con tu relación de pareja o tu profesión, cualquier que sea el mensaje, a veces muy claro y contundente otras veces no, ese justo momento es una oportunidad para que vayas dentro de ti a buscar esas respuestas y reevaluar tu andar en la vida.
Cuando le das esa importancia y atención a tu tristeza y le dices que, si a la emoción que trae, ella cumple su misión y así como llego, así se va, tranquila y pasajera y si a esto lo acompañas con toma de decisiones pues mejor aún pues disminuyes la frecuencia de sus visitas a tu vida.
Hay una frase de Claudio Naranjo que me gusta mucho que dice “Entrégate al dolor de la misma manera en que te entregas al placer, no limites tu conciencia” y aunque se lee más fácil de lo que se practica lo digo con toda honestidad es posible hacerlo empezando a darle su espacio a cada emoción inclusive a la amargada doña tristeza.
Detrás de tu tristeza solo hay amor, es la única manera que tiene tu Yo interior para comunicarse contigo y decirte: Psssstt hay algo aquí que te duele que no has querido o podido mirar todavía; y la tristeza hace esto como un acto de amor y alarma mientras vas por la vida de forma automática, viviendo sin darte cuenta, evitando sentir “cosas desagradables” porque te han dicho toda la vida que es malo, que no es bueno sentirse así.
Así que cuando vuelva y toque tu puerta, ábrela feliz, invítala a pasar, di para ti 3 veces: estoy triste, escúchala, agradécele por su fiel servicio esperando que su estadía sea corta y mientras esta de visita pues vuelve a ti, llora si quieres hacerlo, si se te antoja quedarte en casa, ver películas tristes, llamar a una amiga, ocuparte de ti o cualquier otra recomendación que te haga tu tristeza, hazlo y date ese permiso de sentir que ya luego veras que ella se marcha y tu amorosamente le dices Ciao tristeza hasta la próxima.